Siempre al pie del cañón.
El hombre que hoy visitamos ya pinta canas en su pelo, mientras espero en el bar, recibo una llamada suya diciendo que tardará 10 minutos más, ha salido tarde de casa de su hija y se ha entretenido jugando con su nieta. Ya es manía, esté trabajando o no el tomar medidas de autoprotección, es algo que sale solo, así que sentado al final del bar teniendo visión de los aseos y de la puerta, sin dar la espalda a nadie, cojo un periódico y espero que me traigan una cerveza.
La primera vez que le vi, yo sólo contaba con 19 años y llevaba pocos meses en estos lares. Por aquel entonces, él llevaba más años en el cuerpo de los que yo tenía. Todos y cada uno de los años que llevaba en el cuerpo los dedicó a la lucha antiterrorista, había estado en primera línea, siempre al pie del cañón.
La primera vez que le vi, yo sólo contaba con 19 años y llevaba pocos meses en estos lares. Por aquel entonces, él llevaba más años en el cuerpo de los que yo tenía. Todos y cada uno de los años que llevaba en el cuerpo los dedicó a la lucha antiterrorista, había estado en primera línea, siempre al pie del cañón.
Los últimos años de su carrera los dedica a funciones administrativas, pero siempre relacionado con el antiterrorismo. Cuando dedicas más de la mitad de tu vida a detener comandos etarras, llega un momento que tienes que pasar a segunda línea... Son 30 años los que lleva sirviendo a España detrás de un uniforme y sobre todo detrás de otra identidad. Bajo esta identidad ha detenido a importantes terroristas, asesinos sin piedad que les da igual matar a niños o adultos, todas ellas personas inocentes que cruzaban en ese instante y les golpeó la onda expansiva de la bomba. Otros sin más, están muertos en vida desde que unos terroristas se llevaron a su familiar más querido.
Llega al bar y como ya comprobaréis le gusta comer, pide una cerveza para él y 4 pintxos para empezar... Mientras tomamos esta magnífica obra de arte culinaria, recuerda como trabajaba en sus inicios sin tantas "pijadas" como ahora según dice. Le mandaron al País Vasco de forma obligatoria como a la mayoría de sus compañeros, mientras otros iban alejándose a sus lugares de origen a él esta tierra le maravilló y el trabajo le enamoró. Todavía recuerda la primera vez que nos vio en la Comandancia, algunos de nosotros aun con granos en la cara de la reciente adolescencia.
El primer día que nos fuimos de ruta me tocó junto a él, lo primero que hicimos tras una charla informativa fue ir a la cafetería, eran aproximadamente las 7:30 y pidió un bocata de chorizo de más de media barra junto con una cerveza. Sin consultarme pidió lo mismo para mi, así fue mi cara de asombro cuando trajeron la bandeja con semejante almuerzo, se notaba que no estaba acostumbrado a ello.
Una vez puesto el desayuno en la mesa dijo "Chaval, hay que desayunar y comer fuerte para enseñarle los cojones a la muerte"... ¿Cómo iba a decir que no? Tardé 30 minutos en desayunar, mientras intentaba acabar él estaba leyendo el periódico, había que estar al día con lo que ocurría en el pueblo.
Cuando salimos de la cafetería dirección al parking apenas podía caminar, montamos en un vehículo camuflado, tenía lo básico y era gris. Llevaba un rotativo azul escondido bajo el asiento por si había que utilizarlo como última opción. Fuimos a dar una vuelta, mientras él conducía yo observaba la zona, y lo que no era la zona... Me fijé por unos segundos en una chica morena más o menos de mi edad, no me dio tiempo a quitar la vista de tal belleza cuando noté una colleja.
- Niño, cuando quieras ligar hazlo fuera del trabajo, ahora mismo la única novia que tienes es tu compañero, si te toca una chica de las que hay mejor para ti, si te toca conmigo, ni se te ocurra mirarme el culo. Hablando de culos... en esta profesión primero tienes que salvar tu culo, luego tu culo y después el de tu compañero.
- Si, señor. Lo siento.
- Dos cosas; primero: no soy tan mayor para llamarme señor. Segundo y más importante, no soy tu padre. Esa chica era muy guapa, tienes buen gusto, ahora que también tienes que fijarte en sus caderas, en este caso por si lleva un arma escondida, no sería la primera vez que ocurre.
- Si señ... perdón, si.
- Chaval, ni estás en el ejército ni en la academia, quítate el perdón y los formalismos de la boca. Ahora mismo eres otro chico vasco buscándose la vida entre tanta mierda, nada más, recuérdalo.
Siguiendo nuestra ruta paramos en un semáforo en rojo, detrás de un vehículo con dos ocupantes. Me dice que me fije en tantos detalles como pueda antes de que se ponga el semáforo en verde, tras aproximadamente treinta segundos se pone en verde...
- ¿Y bien, qué detalles has observado?
- Delante nuestro había un coche negro, dos personas, han pasado 5 personas por el paso de peatones.
- ¿Nada más?
- No me ha dado tiempo a más...
- El coche era negro bien, ¿qué marca? ¿qué matrícula? ¿3 o 5 puerrtas? ¿dos personas? ¿edades? ¿rasgos físicos? Has tenido 30 segundos para todo eso, en el próximo semáforo como no estés atento te dejo aquí y vuelves a pata al cuartel.
Tras unos metros paramos en el siguiente semáforo, esta vez no había nadie delante y el semáforo duró 15 segundos...
- ¿Todavía tengo que preguntarte qué has visto?
- No había nada delante, solo gente paseando y una moto se ha saltado el semáforo.
- Chaval, estos hijos de puta siempre vienen por detrás, si no hay nadie delante te fijas en lo que hay detrás. Te miras en el parasol, te asomas y disimulas como si ajustases tu retrovisor, lo que sea pero tienes que fijarte, poner los 5 sentidos en lo que ocurre, y lo más difícil es que la gente no se de cuenta de que lo haces.
Él era así, directo y conciso, cualquier consejo era bueno aunque te lo diga a malas. Cuando nos reuníamos a tomar algo siempre hablaba de Francia, le encantaba la zona del País Vasco Francés, no en vano había trabajado bastante tiempo allí de incógnito. Me lo recalcaba como una zona tranquila, verde y espectacular, contaba los años que le quedaban en el cuerpo para comprarse una casa allí e irse a vivir una jubilación tranquila.
Como podéis comprobar, nada era fácil al principio, es lo que ocurre en cualquier trabajo, los comienzos son difíciles y más con compañeros así, eso era lo que pensaba al principio. Luego te das cuenta de que lo hacen por tu seguridad y para que no se cometan errores.
Él era lo que llamaban un caimán, un caimán de los buenos, él no sabía de cinturones modernos que ocultaban el arma, no le hacía falta pues la llevaba entre el vaquero y su cuerpo y ahí estaba, ni se movía ni suponía un problema.
Tras tomar algo durante una hora y charlar animadamente me dice que tiene que marcharse, ha quedado con su mujer e hija para comprar. Como siempre, pide la cuenta y paga él, así lo lleva haciendo años ya que yo era el "invitado" en esta tierra. Siempre decía que el día que se retire vendrá a mi tierra y podré invitarle a una buena comida. Se despide con un cariñoso abrazo y me dice que tenga cuidado ahí fuera a lo que le respondo "que lleven cuidado ellos".
Mientras sale por la puerta suena mi teléfono y en la pantalla pone el nombre de mi pareja, así que no hay excusa para no cogerlo, descuelgo y respondo "¿qué tal cariño?" antes de que responda se escuchá una detonación, el ruido seco e inconfundible de un arma disparando, a lo que le siguen gritos de la gente... "Cariño tengo que colgar, luego te llamo".
Me levanto al segundo de escuchar el disparo, salgo corriendo por la puerta y la imagen que había pasado por mi mente pero no quería ver está delante de mis ojos, el cuerpo de mi compañero tumbado, sangrando e inerte. A lo lejos veo un chico con capucha corriendo, sé que ha sido él, pero me tiro al suelo junto a mi compañero, intentando taponar una herida sin mucho éxito, el mal ya está hecho, otra familia inocente a la que le sesgan de un tiro una vida. Un abuelo que no podrá jamás jugar y contar a su nieta cuando sea mayor sus batallas.
Qué razón tenías caimán, estos hijos de puta siempre vienen por detrás... En el entierro multitudinario pero a la vez íntimo, con disimulo dejo una nota dentro del féretro con la frase " Tu n'abandonnes jamais ni tes morts, ni tes blessés" y el banderín del Grupo de Apoyo Operativo del SIGC con la inscripción "Videre Sine Visum"
Llega al bar y como ya comprobaréis le gusta comer, pide una cerveza para él y 4 pintxos para empezar... Mientras tomamos esta magnífica obra de arte culinaria, recuerda como trabajaba en sus inicios sin tantas "pijadas" como ahora según dice. Le mandaron al País Vasco de forma obligatoria como a la mayoría de sus compañeros, mientras otros iban alejándose a sus lugares de origen a él esta tierra le maravilló y el trabajo le enamoró. Todavía recuerda la primera vez que nos vio en la Comandancia, algunos de nosotros aun con granos en la cara de la reciente adolescencia.
El primer día que nos fuimos de ruta me tocó junto a él, lo primero que hicimos tras una charla informativa fue ir a la cafetería, eran aproximadamente las 7:30 y pidió un bocata de chorizo de más de media barra junto con una cerveza. Sin consultarme pidió lo mismo para mi, así fue mi cara de asombro cuando trajeron la bandeja con semejante almuerzo, se notaba que no estaba acostumbrado a ello.
Una vez puesto el desayuno en la mesa dijo "Chaval, hay que desayunar y comer fuerte para enseñarle los cojones a la muerte"... ¿Cómo iba a decir que no? Tardé 30 minutos en desayunar, mientras intentaba acabar él estaba leyendo el periódico, había que estar al día con lo que ocurría en el pueblo.
Cuando salimos de la cafetería dirección al parking apenas podía caminar, montamos en un vehículo camuflado, tenía lo básico y era gris. Llevaba un rotativo azul escondido bajo el asiento por si había que utilizarlo como última opción. Fuimos a dar una vuelta, mientras él conducía yo observaba la zona, y lo que no era la zona... Me fijé por unos segundos en una chica morena más o menos de mi edad, no me dio tiempo a quitar la vista de tal belleza cuando noté una colleja.
- Niño, cuando quieras ligar hazlo fuera del trabajo, ahora mismo la única novia que tienes es tu compañero, si te toca una chica de las que hay mejor para ti, si te toca conmigo, ni se te ocurra mirarme el culo. Hablando de culos... en esta profesión primero tienes que salvar tu culo, luego tu culo y después el de tu compañero.
- Si, señor. Lo siento.
- Dos cosas; primero: no soy tan mayor para llamarme señor. Segundo y más importante, no soy tu padre. Esa chica era muy guapa, tienes buen gusto, ahora que también tienes que fijarte en sus caderas, en este caso por si lleva un arma escondida, no sería la primera vez que ocurre.
- Si señ... perdón, si.
- Chaval, ni estás en el ejército ni en la academia, quítate el perdón y los formalismos de la boca. Ahora mismo eres otro chico vasco buscándose la vida entre tanta mierda, nada más, recuérdalo.
Siguiendo nuestra ruta paramos en un semáforo en rojo, detrás de un vehículo con dos ocupantes. Me dice que me fije en tantos detalles como pueda antes de que se ponga el semáforo en verde, tras aproximadamente treinta segundos se pone en verde...
- ¿Y bien, qué detalles has observado?
- Delante nuestro había un coche negro, dos personas, han pasado 5 personas por el paso de peatones.
- ¿Nada más?
- No me ha dado tiempo a más...
- El coche era negro bien, ¿qué marca? ¿qué matrícula? ¿3 o 5 puerrtas? ¿dos personas? ¿edades? ¿rasgos físicos? Has tenido 30 segundos para todo eso, en el próximo semáforo como no estés atento te dejo aquí y vuelves a pata al cuartel.
Tras unos metros paramos en el siguiente semáforo, esta vez no había nadie delante y el semáforo duró 15 segundos...
- ¿Todavía tengo que preguntarte qué has visto?
- No había nada delante, solo gente paseando y una moto se ha saltado el semáforo.
- Chaval, estos hijos de puta siempre vienen por detrás, si no hay nadie delante te fijas en lo que hay detrás. Te miras en el parasol, te asomas y disimulas como si ajustases tu retrovisor, lo que sea pero tienes que fijarte, poner los 5 sentidos en lo que ocurre, y lo más difícil es que la gente no se de cuenta de que lo haces.
Él era así, directo y conciso, cualquier consejo era bueno aunque te lo diga a malas. Cuando nos reuníamos a tomar algo siempre hablaba de Francia, le encantaba la zona del País Vasco Francés, no en vano había trabajado bastante tiempo allí de incógnito. Me lo recalcaba como una zona tranquila, verde y espectacular, contaba los años que le quedaban en el cuerpo para comprarse una casa allí e irse a vivir una jubilación tranquila.
Como podéis comprobar, nada era fácil al principio, es lo que ocurre en cualquier trabajo, los comienzos son difíciles y más con compañeros así, eso era lo que pensaba al principio. Luego te das cuenta de que lo hacen por tu seguridad y para que no se cometan errores.
Él era lo que llamaban un caimán, un caimán de los buenos, él no sabía de cinturones modernos que ocultaban el arma, no le hacía falta pues la llevaba entre el vaquero y su cuerpo y ahí estaba, ni se movía ni suponía un problema.
Tras tomar algo durante una hora y charlar animadamente me dice que tiene que marcharse, ha quedado con su mujer e hija para comprar. Como siempre, pide la cuenta y paga él, así lo lleva haciendo años ya que yo era el "invitado" en esta tierra. Siempre decía que el día que se retire vendrá a mi tierra y podré invitarle a una buena comida. Se despide con un cariñoso abrazo y me dice que tenga cuidado ahí fuera a lo que le respondo "que lleven cuidado ellos".
Mientras sale por la puerta suena mi teléfono y en la pantalla pone el nombre de mi pareja, así que no hay excusa para no cogerlo, descuelgo y respondo "¿qué tal cariño?" antes de que responda se escuchá una detonación, el ruido seco e inconfundible de un arma disparando, a lo que le siguen gritos de la gente... "Cariño tengo que colgar, luego te llamo".
Me levanto al segundo de escuchar el disparo, salgo corriendo por la puerta y la imagen que había pasado por mi mente pero no quería ver está delante de mis ojos, el cuerpo de mi compañero tumbado, sangrando e inerte. A lo lejos veo un chico con capucha corriendo, sé que ha sido él, pero me tiro al suelo junto a mi compañero, intentando taponar una herida sin mucho éxito, el mal ya está hecho, otra familia inocente a la que le sesgan de un tiro una vida. Un abuelo que no podrá jamás jugar y contar a su nieta cuando sea mayor sus batallas.
Qué razón tenías caimán, estos hijos de puta siempre vienen por detrás... En el entierro multitudinario pero a la vez íntimo, con disimulo dejo una nota dentro del féretro con la frase " Tu n'abandonnes jamais ni tes morts, ni tes blessés" y el banderín del Grupo de Apoyo Operativo del SIGC con la inscripción "Videre Sine Visum"
Muchas gracias por el relato me recuerda parte de mi infancia.
ResponderEliminarSuerte con el blog
Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminarMuy bonito
ResponderEliminarMuchas gracias y ánimo para seguir publicando!!
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