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Clandestinos. Capítulo 2.

Sigo mi camino a la espalda del establecimiento, intento perderme lo más rápido posible entre las cortas calles donde me hallo. A través del cristal de una tienda observo como la persona que se bajó del scooter sigue mis pasos, aunque se haya cambiado la parte superior, el ostentoso cinturón blanco que decora su pantalón no pasa desapercibido. El conocimiento del medio es esencial, estudiar la zona donde estás, posibles salidas y vías de escape, de este modo entro en un bar y tras cruzar la barra salgo por una puerta que da a otra calle, parece que ya no me sigue nadie. Es probable que tengan localizada la casa donde paso aquí las vacaciones aun así tendré que echar un vistazo por la zona. Hay una línea de autobús turística que recorre la zona, paso por una tienda a comprar una gorra y una nueva camisa, una vez cambiado me dispongo a subir al autobús. Observo como un turista más la zona y los vehículos que no son habituales entre mis nuevos vecinos temporales, me llama la atención un

Clandestinos. Capítulo 1.

Cuando llevas años trabajando en la sombra, un simple gesto como una mirada que dura unos segundos más de lo debido desde un vehículo o un detalle tan insignificante como un hombre de negocios llevando unas gafas de sol falsas, pueden despertar en tu persona un instinto de alerta. Esa extraña sensación de relajación frente al mar, tomando una cerveza en una terraza mientras lees el periódico matutino se corta de raíz cuando notas que te observan, benditas vacaciones dicen algunos. A través de las gafas de sol sin que vean tu mirada observas con detenimiento, disimulando, hay una pareja en la playa a 20 metros, el hombre con un pantalon corto de deporte y ella con unos shorts, atuendo algo incómodo para quedarte toda la mañana en la arena, lo intuyo al ver una nevera, sombrilla y un par de sillas. La intuición es algo que no suele fallar, nada es perfecto pero las primeras impresiones ya sean conociendo a una persona por primera vez o viendo algo que no cuadra es fundamental. Pasaro

#RelatoCorto5

#RelatoCorto5 Pasan los años y poca gente aguanta por aquí. La media es menor a dos años; por bajas psicológicas en el mejor de los casos, en el peor de ellos tener que acudir al funeral de un compañero y lo que es peor, no poder portar el uniforme por temor a que te vigilen. El color azul que se situa por encima de la cabeza del águila del distintivo dice que llevo al menos cinco años, en estos cinco años han pasado muchas cosas, demasiadas diría yo. He salido huyendo de un vehículo en un atasco, saltado por una ventana, he visitado a muchas personas he esperado una llamada de teléfono durante buena parte del día sin nada más que hacer... he amado, he llorado y a veces por las personas que anteriormente amé, por su pérdida o por una relación fugaz. He mirado a los ojos de las personas que han asesinado a inocentes... Todo esto lo pienso mientras estoy frente a una quincena de jóvenes, aunque no mucho más que yo, no les saco ni diez años. Miro sus caras y me acuerdo cuando estaba

Hombres limpios para trabajos sucios.

Todo es diferente cuando estás de este lado de la partida, a veces te planteas si todo lo que se hace durante días, incluso meses, vale la pena. ¿La verdad? claro que vale la pena, todo tiene un fin y si el final es bueno aun es más satisfactorio, no se sabe a ciencia cierta cuando podrá ser o no ser bueno. En este trabajo las cosas pueden cambiar en pocas horas... Ya casi no distingo entre mi olor corporal con el de cierto animal que le gusta revolcarse por el barro. Llevo alrededor de una semana sin ducharme siendo mi actual vivienda unos cartones en una céntrica calle del norte de España, aunque mi lugar de trabajo está a pocos metros de la entrada de un supermercado. Sentado sobre un trozo de cartón pasan las horas, gente que entra a comprar, otra que charla animadamente, los pocos que me miran pasan de largo algunos mirando con indiferencia y otros, los menos, dejando unas monedas en el recipiente de cartón que he improvisado. Desde esta posición paso horas viendo un parque

Nada es lo que parece.

Era de madrugada, una madrugada lluviosa y fría como es normal en el norte. Ataviado con el uniforme de limpieza, barría con desgana unas hojas en la acera y veía a mi compañero al final de la calle haciendo lo mismo, él fumaba, lo hacía porque era parte de la operación... ...Semanas atrás empezó la operación, esta vez tocaba viajar a un pequeño pueblo de Bilbao, lo que hace que el trabajo sea más peligroso a la par que bonito. ¿Nuestra misión? Siempre es la misma pero nunca igual, teníamos que localizar y averiguar datos sobre posibles terroristas.  Cogimos un coche pequeño y antiguo, perfecto para pasar desapercibido, un maletín con herramienta variada, un par de sacos de cemento y cascos por el maletero, así no levantaría sospechas para movernos por el pueblo. La primera noche fuimos a un bar céntrico cerca de nuestro objetivo, tras pedir unos "katxarros" y un buen bocata estuvimos hablando de la dura jornada laboral que llevábamos a nuestra espalda. Cuand

Otro héroe caído.

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Qué duro es el invierno en Euskadi, más duro es cuando tu familia vive a 800 kilómetros de distancia, cuando con 20 años te envían a un lugar donde siempre tienes que estar alerta, donde si no lo llevas bien no podrás dormir y cuando duermas soñarás que te acercas a tu vehículo y explota, también puedes soñar que te persiguen aunque quizás esto es más real que lo primero. Manuel era ese chico de 20 años que vivía a cientos de kilómetros de su familia, no toda su familia sabía que era Guardia Civil, no quería que estuviesen nerviosos con el nuevo destino donde le habían mandado. Mejor decir que estás en una oficina en Madrid, con el aire acondicionado puesto y papeles entre las manos, pero aquí los únidos papeles que vas a llevar entre manos son informes de personas, foto, características físicas, ubicaciones próximas a su domicilio, gustos, lugares frecuentes donde se movían... Manuel era más o menos parecido que los otros guardias nuevos que llegaban a Euskadi, un chaval normal, a

Más sabe el diablo por viejo...

Es un día oscuro, desgraciadamente como muchos de ellos aquí. Para quien no sea de aquí y no se acostumbre acaba aborreciéndolo, menos mal que el País Vasco es precioso, algo bueno debía tener... En este día tan oscuro, nos encontramos en la Comandancia de Intxaurrondo en una pequeña sala en el sótano, desde aquí partiremos en breves instantes a un pueblo. Todavía no sabemos el nombre hasta que entra el Teniente a informarnos de lo que se llevará a cabo esta semana. Después de una charla informativa que dura unos 15 minutos, salimos de ese sótano. Antes de salir mi compañero coge el cubo de pintura y yo una carpeta, con nuestro mono blanco manchado ligeramente de distintos colores de pintura salimos por la Comandancia, no sin antes recordar al Teniente que se acuerde de pagarnos la obra del mes pasado. Como habéis logrado imaginar, ni los propios guardias tienen que saber que somos compañeros, por eso salimos con un cubo de pintura medio lleno, un rodillo extensible y un saco